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lunes, 28 de mayo de 2012

Actividades Prácticas

Cuando era muy chica, como de 9 años, llegó una colecta un tanto interesante a las puertas de mi colegio.
Además de juntar alimentos no perecederos, pañales y ropa de abrigo también se quería contribuir con algo hecho por nuestras propias manos.
Imaginate! Me pareció algo totalmente autentico, poder darles a los chicos de la escuela del Chaco a la que apadrinábamos, algo mas que cosas "terciarizadas".
Podíamos hacer algo desde nuestras propias manos, materializar desde nuestro corazón, darle la forma que queríamos y poderlo mandar al Norte.
Me encontraba mas que emocionada!


Recuerdo que mi maestra de actividades practicas me explicaba que al no tener yo tantas facultades manuales, lo mejor sería pedir ayuda (si; mi maestra de actividades practicas jamás fue mi favorita, ella lo sabía así como yo también estaba al tanto de que yo no era su alumna predilecta, y ambas nos lo hacíamos notar).

Me enloquecí por completo: como iba yo a aportar un trabajo que no fuera a estar hecho enteramente por mí?
Como iba a poder poner mi corazón en ese trabajo si terminaba intervenido por un millón de manos mas ajenas a las mías?

Como pude, algo hice.

Encontré por algún lado una tela negra, estampada de flores chiquititas y de colores. La corte por la mitad y comencé a coserlas en forma paralela, la idea era hacer una muñequita de trapo. 
Pero mi primer experimento, mi falta de manejo de herramientas y de experiencia quisieron que ese género oscuro se transformara en un almohadón muy pequeño y malformado.
Recuerdo que lo rellené con el relleno de la muñeca con la que dormía abrazada todas las noches; recuerdo que pensé que era para una buena causa y que Amy (la muñeca) no se iba a enojar si compartía un poquito de su pelusa para este emprendimiento y recuerdo también que pude terminar el proyecto en un tiempo correcto para su envío en la gran encomienda.

También recuerdo haber escrito una carta, llena de corazones y flores; y abrocharla con un alfiler de gancho sobre el almohadoncito: la carta le deseaba suerte al destinatario, suerte y buena fortuna, y amor y una amistad epistolar y etc.

Recuerdo además que la encomienda se envió, y yo que me encontraba emocionada por mi aporte completamente artesanal recuerdo haberme descubierto caminando con ligereza, alegría y soltura por los pasillos de la escuela... Responsable, cooperativa, amiga... sentimientos que inflaban mi pecho y me hacían sentir de lo mejor.

Recuerdo un pasillo en particular, un pasillo con muebles viejos y en desuso, muebles de madera oscura y rayada, muebles que en su interior guardaban cualquier tipo de cosa inútil.
Recuerdo que con sed de aventura (?) abrí unos cuantos gabinetes, que eran sucios y desprolijos y que pertenecían a la materia de actividades prácticas,  y lo que más recuerdo es descubrir mi almohadoncito allí, tirado a un costado, solito... con la carta arrugada y con toda su elegancia venida abajo.

Lo agarré y entre lagrimas me lo llevé a mi casa. 
Se lo cosí a la panza de la muñeca que había despanzurrado y metí a ambos en un baúl bien oscuro.

Jamás los volví a ver.


6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. No existían las "jornadas pedagógicas"... eran otros tiempos (y mejor lo pienso así, con un poquito de changüi xq si no me agarra la loca!!).
      Gracias Juliana por pasarte y bienvenida a la Pluma!! :)

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  2. No te lo puedo creer!! Que maestra basura!
    Me encantaron tus sentimientos tan nobles, siendo chiquita desarmar una muñeca para compartir es genial!
    Un beso :)

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    1. Y si Chivi; en los ochenta las maestras tenían muy poca pedagogía.
      Ya pasó.
      Cada vez que pienso en la muñequita me pongo contenta porque se transformó en algo mas.
      Besote grande

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  3. Uy, recien leo esta historia! Esas cosas a uno lo trauman un poquito, pero no dejes que ese incidente te aleje de crear cosas. Esa maestra era una pelotuda, no cabe otra explicación.
    beso

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    1. No sé si me traumó, pero nunca me pude concentrar severamente en algo manual sin que mi juicio del "esto esta horrible" saliera a resurgir.
      Yo también fui tonta al hacerle caso. Era medio pavota la maestra, de eso no hay dudas, eh?
      Besotes

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