No soy apta para comer ensalada.
Cuando pincho el tomate se me escapa de la ensaladera al mundo exterior y siempre termina en mi pantalón.
Si la ensalada viene con lechuga ese, mi amigo, es otro tema. Siempre le calculo al pedacito menos cortado y en el medio de una conversación de trabajo me comienza a colgar el fragmento mas largo de tu existencia de este vegetal.